viernes, 28 de septiembre de 2007

A la deriva

Esperanza, muchos dicen que es lo último que se pierde. Cuando a alguien le va todo mal, ese alguien siempre se sumerge en un llanto envuelto de soledad. La mente a veces juega malas pasadas y abandona al ser humano en los momentos en los que este la necesita más. No hay mejor psicólogo que uno mismo.
La vida es una espiral y todo debe volver a su cauce natural porque los momentos buenos y malos son pasajeros. El entorno influye en que se alcancen cuotas más elevadas a favor o en contra. Cuando el entorno más cercano es visto desde una percepción negativa dentro de la positiva, las ideas son claras. La personalidad nos define y no debe ser alterada. Si se altera y nos acercamos a la parte negativa, la mente nos da la espalda. Es entonces cuando el corazón toma todo el protagonismo.
El corazón es el motor, también es la base de los sentimientos más bellos, pero cuando la vida es adversa a este órgano provoca que el resto de componentes de la máquina fallen. Algunos dicen que el corazón equivale al alma, el amor a la vida.
Hay que enamorar a la mente de uno mismo para que no nos abandone, si nos abandona no somos dueños de nuestros actos, no somos dueños de nuestros sentimientos, no somos dueños de nada. Donde hay vida, hay esperanza.

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"Cuando se desea algo de verdad, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirlo" (Paulo Cohelo)