sábado, 29 de noviembre de 2008

¿El fin de la clase media?

El capitalismo ha devorado el sistema de clases en favor de la consolidación del sistema burgués o elitista. En la actualidad, la conocida clase media simplemente es un concepto vacío de contenido que sirve de sustento a la clase burguesa dominante, originándose una nueva división de clases sociales a nivel global.

A lo largo de la historia es sabido que el mejor sistema es el de equilibrio entre capitalismo y socialismo. Si uno de los dos modelos predomina sobre el otro de forma contundente, se corre el riesgo de que la identificación que se tiene de la sociedad quede rota. Ese es el caso que sufre la clase media, ahora la división existente es la élite frente a los ciudadanos como instrumentos que benefician a esa élite dentro de un mundo plenamente capitalista.


La clase media se ha disuelto para formar parte de una sola clase que engloba personas que pueden aportar beneficios de diversas formas a la clase elitista, como ha ocurrido en el caso de que el propio Estado con dinero público financie a las entidades bancarias para salvar el capitalismo. El socialismo ha pasado a ser un simple mecanismo de captación de votos, donde el capitalismo maneja a la sociedad a su antojo.

En conclusión, lo más perjudicial de todo esto es que se siguen existiendo las desigualdades sociales, dándose sólo dos grupos o clases sociales englobados en los que tienen poder económico y en el resto.

sábado, 11 de octubre de 2008

La crisis del parlamento

Algunos teóricos han llegado a la conclusión de que se ha originado una crisis del Parlamento por la progresiva dominación de los partidos políticos sobre las decisiones propias de esta institución, por el bipartidismo existente, por la lucha desideologizada por alcanzar y mantener el poder de los partidos más tendentes al centro, o por el desinterés del pueblo en la elección de sus representantes. Es decir, nos encontramos ante la llamada ‘Partitocracia’ o ‘Partidocracia’.
La verdad es que el Parlamento sólo está sufriendo las consecuencias del sistema actual, aparentemente democrático. La concepción actual de democracia (semidirecta) implica por naturaleza una serie de elementos autoritarios, no hay más que observar la burocracia o la designación del ejecutivo. Junto a ello, existen sistemas que favorecen a los partidos mayoritarios como son la Ley d’Hont o el voto en blanco, que poco a poco han provocado el avance hacia un sistema bipartidista originado por el diseño del sistema y por el auge de los dos partidos más diferentes en origen, pero más céntricos y similares en la actualidad. Esta idea se suma al hecho de que haya un panorama social dinámico que conlleva que los partidos se conviertan en partidos ‘atrápalo-todo’. A su vez, los grandes partidos políticos requieren que exista el menor número posible de votantes totales para canalizar las demandas sociales y satisfacer sus intereses partidistas, impulsándose así la pasividad de los ciudadanos.
El parlamentario no es autodidacta y, simplemente, recibe órdenes partidistas de alguien que está detrás, que tiene la finalidad de alcanzar y mantener el poder. Esas órdenes suponen que los parlamentarios sean simples administradores para la sociedad que han dejado las ideologías y la voz del pueblo en el olvido. Como consecuencia, existe una mayor felicidad parlamentaria porque las ideologías dan sus últimos latidos en el Parlamento y los conflictos que se dan en la cámara sólo son meras actuaciones de cara al público con finalidad de obtener el voto, mediante ideologías ficticias para dar continuidad ante los ojos de los ciudadanos a las verdaderas, y no para solucionar los verdaderos problemas que hay. Esa felicidad en el parlamento sólo se ha dado en el actual sistema y en parlamentos absolutistas e, incluso, fascistas o comunistas.
La solución a la crisis del Parlamento está en los propios ciudadanos, pero el propio sistema ha provocado que se busque la pasividad de éstos para escudarse de los intereses partidistas y esa protección es la que condena a toda la sociedad democrática. En vista del panorama actual, la manera más viable de acabar con la crisis es que el Parlamento movilice a sus ciudadanos con la finalidad de recuperar la verdadera esencia parlamentaria, pero para ello los partidos políticos deberían dejar hacer.
"Cuando se desea algo de verdad, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirlo" (Paulo Cohelo)